En la vibrante capital de la Araucanía, Temuco, un hombre con una visión única ha tejido una historia de perseverancia y éxito en el mundo de la apicultura. Impulsado por el amor de sus hijos Yarko Sanhueza López, Mario Sanhueza López y Fabián Sanhueza López, y su pequeña nieta Violeta, Mario Sanhueza Rodríguez ha dedicado los últimos 26 años a construir un emprendimiento basado en la miel, transformando un sueño en una próspera realidad.
Todo comenzó en 1998, cuando Mario, a pesar de las miradas de incredulidad y los comentarios de quienes lo consideraban un visionario temerario, decidió lanzarse a la aventura y convertirse en apicultor. «Fundé la empresa familiar Apícola #miel_fyama, con la certeza de que el conocimiento y la experiencia que tenía con las abejas serían la clave de nuestro éxito. Con entusiasmo, comencé este emprendimiento. Sin embargo, siete años después, un golpe devastador me hizo perder la mayoría de mis abejas, quedando solo con dos familias. Fue un momento de reinvención; construí nuevos cajones y, con esfuerzo, recuperé nuestra cosecha de miel».
Hoy, la historia es muy diferente. Mario ha logrado expandir su apiario a 200 familias de abejas, lo que se traduce en una impresionante producción anual de 4.500 kilos de miel. Además de la comercialización del dulce oro, ha diversificado su línea de producción, ofreciendo servicios de polinización, venta de núcleos de abejas y materiales apícolas, llevando su emprendimiento a nuevas alturas.
El espíritu emprendedor de Mario no se detiene ahí. Buscando siempre mejorar y potenciar su negocio, ha participado en diversos seminarios y cursos en apicultura y plantas medicinales. Su deseo de crecer lo llevó a estudiar un Diplomado en Gestión Territorial del Patrimonio, que le abrió nuevas perspectivas y le permitió ver su emprendimiento desde un ángulo diferente.
Actualmente, colabora en el Programa de Desarrollo Territorial Indígena (PDTI) en las comunas de Puerto Saavedra y Puerto Domínguez, donde comparte su conocimiento como relator de cursos de apicultura. Reconoce que el camino del emprendimiento no está exento de riesgos, pero es una fuente constante de motivación. «Ser emprendedor es asumir el desafío de la vida, enfrentar los cambios y ser resiliente ante las adversidades. Un profesional de la UNAP cuenta con las herramientas y la visión para abrir su mente al emprendimiento y convertirlo en una oportunidad para alcanzar sus metas».
Desde la Academia
El afán de superación llevó a Mario a ingresar en 2010 a la Universidad Arturo Prat en la sede Victoria, donde estudió la carrera de Técnico de Nivel Superior Agropecuario en Producción Animal. «En ese entonces, contaba con un Técnico Nivel Medio en Apicultura, pero no podía ser relator de cursos ni desempeñarme en el sector público en roles como Prodesal, PDTI o en Gendarmería. Estudiar siendo adulto fue difícil, pero tenía claros mis objetivos: convertirme en un profesional y abrir nuevas puertas en el ámbito laboral, fortaleciendo mi emprendimiento».
Mario recuerda con cariño a quienes fueron fundamentales en su éxito académico, como Tito Bonta Medina, un docente con quien mantiene contacto hasta hoy. «Don Tito fue un pilar en mi formación, apoyándome tanto en lo humano como en lo profesional, motivándome a terminar la carrera en los dos años previstos».
Finalmente, a los estudiantes les aconseja: «Tengan siempre claro su objetivo académico y concluyan su carrera, ya sea con un título profesional o técnico. Al hacerlo, se les abrirán innumerables puertas en sus vidas laborales y personales».